miércoles, 10 de marzo de 2010

Cooperantes


Alicia Gámez ha sido liberada. La cooperante española vuela ya de regreso a España después de permanecer 100 días secuestrada junto a dos compañeros de la ONG Barcelona Acció Solidaria, todos ellos retenidos por miembros de Al Qaeda en el Magreb Islámico. Ésa era la buena noticia con la que amanecíamos esta mañana y que se ha confirmado hace apenas un par de horas. Sus dos compañeros, por el contrario, permanecen retenidos.

Pero tanto el final feliz para la pesadilla de Alicia como la preocupación que continúa con el resto de cooperantes, deben servir para que entre todos consigamos robarle un pedazo del tiempo dedicado a las grescas políticas o al fútbol para dedicarlo al reconocimiento.

Al reconocimiento de todo un batallón de ciudadanos españoles, que sin alistarse en ningún ejército, recorren los puntos geográficos más paupérrimos y más inseguros del planeta. Lo hacen sin armas, con sus manos, sus pies, su trabajo y a menudo sus vidas como herramientas al servicio de las comunidades que más les necesitan. De los olvidados.

Se estima que en España hay en torno a un millón y medio de personas voluntarias. Miles de ellas son cooperantes como Alicia, que un día deciden dejar el cómodo regazo en el que habitan a este lado del mundo, a sus familias, a sus trabajos, e irse a miles de kilómetros a ayudar a personas que no conocen de nada.

John Done decía: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad. Nunca preguntes por quién doblan las campanas, siempre lo hacen por tí".

Desde aquí, el reconocimiento a todas esas gentes anónimas que dedican su vida a los demás sin esperar nada a cambio. Que se haga constar nuestro orgullo por contar con esos soldados de un ejército sin armas que se juegan el pellejo para, a menudo, reconstruir lo que antes destrozaron hombres armados.

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