miércoles, 6 de mayo de 2009

La derrota de los medios

La difusión por parte de la cadena de televisión estadounidense NBC de las imágenes y los vídeos remitidos por el asesino de la Universidad de Virginia, Cho Seung-Hui, son tan sólo un capítulo más de la derrota de los medios de comunicación en cuanto a la finalidad última que debieran perseguir y, especialmente, en cuanto a la responsabilidad social que poseen. Si bien en nuestro país los niveles de mal gusto y zafiedad han llegado a cotas realmente preocupantes en un buen número de programas televisivos encargados de espolvorear entre los ciudadanos todas las bajezas habidas y por haber, en ésto, como en tantas otras cosas, aún no hemos alcanzado el nivel de los países de nuestro entorno. La emisión del vídeo con las declaraciones del asesino de Virginia se suma a una larga lista de despropósitos que rozan la ignominia y la indecencia en la mal llamada línea editorial de algunos medios de comunicación (estrategia comercial sería un término más adecuado) que buscan en los estercoleros humanos el mayor número de miserias posibles como argumento central de su espectáculo. El ‘paseo’ de Natacha, la niña secuestrada durante años en Alemania, por todas las televisiones sensacionalistas de su país ha sido otro de los ejemplos más recientes.
Pero para que la profesión periodística pueda gozar del reconocimiento social que la ha convertido en uno de los pilares básicos de los sistemas democráticos por ser, ante todo, una actividad garante de la libertad y los derechos humanos, no puede olvidar en ninguna circunstancia que su principal finalidad es la defensa de la dignidad del hombre. Independientemente del carácter privado del medio de comunicación en cuestión y, por tanto, de su condición de empresa, como medio audiovisual su actividad engloba una responsabilidad social enorme, al influir en la formación y en el desarrollo intelectual de los espectadores de una manera decisiva. Se trata de una actividad de servicio público esencial que tiene ante todo la defensa de la dignidad humana como meta prioritaria.
En este caso, resulta evidente una vez más la imposición del carácter empresarial al de servicio público. Se ha divulgado que los responsables de informativos de la cadena norteamericana debatieron durante varias horas la decisión de emitir o no el vídeo. No lo parece en absoluto. Empresarios (que no profesionales de la información) que se encuentran ante el testimonio directo del protagonista de una trágica noticia que ha azotado a la opinión pública norteamericana, y además en exclusiva, lo máximo que llegarían a discutir sería la hora de difusión del vídeo para explotar al máximo los beneficios en forma de audiencia.
El testimonio no sólo no cumple los requisitos que han de cumplir las informaciones noticiables para convertirse en tal (hecho veraz, contrastado y que aporte datos nuevos, desconocidos y de interés social), sino que, muy al contrario de defender la dignidad de los ciudadanos, atenta contra ella.

Atenta en primer lugar contra las familias que han sufrido la tragedia en primera persona con la pérdida de algunos familiares, pero también contra la familia del propio asesino y contra la propia investigación policial y judicial. De hecho, han sido numerosas las críticas que se han vertido desde altos cargos de la investigación hacia la decisión de NBC de emitir el material.

Por obviar su condición de servicio público, por atentar contra la dignidad de las personas afectadas, por escudarse en un deformado concepto del ‘interés público’ y por gestionar los conflictos morales exclusivamente desde el punto de vista que más beneficie empresarialmente al medio de comunicación, los responsables de la cadena NBC de la emisión del vídeo del asesino de Virginia han vuelto a dilapidar la legitimidad social de la profesión periodística, empobreciendo su actividad con contenidos morbosos que vulgarizan el nivel intelectual de los espectadores y convierten a la ciudadanía en un simple manojo de gentes sin escrúpulos, únicamente con avidez de carroña. Todo ello, no sólo supone una nueva derrota de los medios de comunicación en cuanto al papel que desempeñan, sino la victoria del asesino por encontrar la difusión deseada para su cruel mensaje, y la puesta en riesgo de una salud democrática resquebrajada por la pobreza moral de los individuos que convierten estas emisiones en líderes de audiencia.

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