miércoles, 17 de febrero de 2010

Transporte público


“La ciudad lo convirtió en un asesino”. No es ningún titular de periódico, afortunadamente. Al menos no lo es en el día de hoy. Eso dice Ismael Serrano en una de sus canciones refiriéndose al protagonista de la misma. Sirva la hipérbole del cantautor para establecer un paralelismo sobre la relación que cada uno tenemos con nuestros lugares comunes del día a día. Porque hay que reconocer, que la ciudad a menudo nos provoca, nos incita a ser peores personas.

A mí, por ejemplo, me pasa en el autobús. ¿No les ha ocurrido nunca? No les han dado ganas de levantarse en medio de ese vehículo abarrotado a las ocho de la mañana y comenzar a lanzar improperios contra la masa de gente? El autobús es sin duda, un buen medidor de paciencia. Porque pase lo que pase, el sofocón está garantizado.

No hay que confiarse incluso ni cuando parece que uno tiene suerte. Yo esta mañana me he confiado, y así me luce el pelo. El bus hoy ha llegado antes que nuca, apenas he tenido que esperar en la parada, para variar el bonobús electrónico me ha funcionado a la primera, no había tráfico, y encima había incluso algún asiento libre. Pero nada más subirme estaba allí esperándome la mala noticia. Una de las peores cosas que te pueden pasar en un autobús: El conductor no tenía prisa. Ninguna. Es más, por lo que se ve el buen hombre iba bien de hora, (como vayan de hora los usuarios es lo de menos), y era de éstos que se esfuerzan al máximo para coger cada semáforo en rojo. Resultado: mi sangre hervida.

Y eso por no hablar de los anticiudadanos: cada vez hay más, por cierto. Los anticiudadanos tienen muchas habilidades. Una de ellas, la de ser capaces de ocupar los asientos reservados a personas con movilidad reducida y mantener el gesto inmutable mientras un viejo con un bastón suplica con la mirada poder sentarse.

La frase de la canción es tan sólo una hipérbole, insisto. Pero no me digan ustedes que a veces no les entran ganas de ser peores personas. De dirigirle un par de cumplidos al conductor sin prisa y al anticiudadano. Y de instar a la humanidad entera a coger el coche cada mañana para ir al trabajo. Que puesto uno a elegir entre un infarto en el autobús o el cambio climático…

Por cierto, que lo de instar a la humanidad entera a coger el coche es lo que hacen los políticos cada día con subvenciones o, simplemente, abandonando el transporte público.

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